viernes, 29 de mayo de 2015

Día 9, muelas de cangrejos y rusos extraños


Lo primero que hicimos al levantarnos fue ir a ver si de verdad el coche estaba pinchado. Lo estaba. Pusimos la rueda de repuesto y nos fuimos con el coche a enfrente de la casa.

Tras un desayuno con mucha fruta, escribí en el libro de visitas lo hospitalarios que habían sido con nosotros. Fuimos a la cadena de reparación de vehículos TRANSTUR, en el pueblo de al lado, para reparar el pinchazo. Nos lo cubría el seguro, así que fue gratis. Al parecer fue provocado por la muela de un cangrejo.
 
Ya en la carretera a Camagüey, paramos a echar unas fotos en Sancti Spiritus. La catedral es de un azul intenso muy bonito. Seguimos recorriendo los innumerables kilómetros que nos separaban de nuestro destino. La carretera es siempre recta y monótona por lo que Miguel se cansaba y le entraba sueño. Intenté hablarle y decir tonterías para que espabilase, y lo conseguí.

Por fin llegamos a Camagüey. Justo a la entrada de la ciudad un negro bizco en bici nos preguntó dónde íbamos. Le enseñamos la tarjeta de visita de la casa que nos recomendaron en Cienfuegos y dijo que él nos guiaba. Intentamos perderlo de vista sin éxito. Llegamos a una vivienda de dos pisos sin ninguna indicación de que allí se hospedaban turistas. Un hombre que parecía ruso nos dijo que había una reserva y ya estaba completo, así que se ofreció a llevarnos a la casa de un familiar. Yo no quise que montara en el coche pero Miguel accedió.

Nos llevó a la casa desde la que ahora escribo. Los dueños parecen gente rara pero al menos la casa es oficial y está reglamentada. Seguiré leyendo el libro (le he cogido el gusto) hasta la hora de cenar. Creo que es lo mismo de siempre: Es una ciudad desconocida donde todo es extraño y da miedo, hay que acostumbrarse.

Hoy es día 1.

Como dice Miguel, “Hay que ser positivo, en dos días llegamos al todo incluido”.

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