viernes, 24 de abril de 2015

Sísifo

Sísifo, personaje de la mitología griega,
 quiso vivir eternamente. Los dioses le
concedieron su deseo pero a cambio
 tendría que subir una roca gigante
 hasta la cima de una montaña
por el resto de la eternidad.
 
 
 
I
Pediste la vida eterna
Aun sin saber el precio a pagar por ella.
Me das lástima, maldito hasta el fin de la Tierra
Pero por otro lado, afortunado anacoreta,
Me inspiras compasión con pasión completa
Por con sólida y soldada firmeza
Ser capaz de ser feliz sabiendo que nunca llegarás a tu meta.
¡Dichosa tu estancia anacoreta!
 
II
Me pregunto, desde mi ignorancia en estas tretas,
Qué pensarás al ver la cima de la montaña tan cerca
Mientras contemplas la historia de las civilizaciones muertas.
¿Meditarás acerca de la fragilidad de la Tierra
Que pende tan peligrosamente de una fina cuerda?
¿O te mostrarás más receptivo para con esa piedra
Que subes cada mañana a la montaña con fuerza
Por ver en ella la materialización de todas tus penas?
¡Dichosa tu escalada anacoreta!
 
III
Cada noche antes de irte a dormitar con la luna llena,
¿Rezarás a los dioses o actuarás como los poetas?
Que sin tener amos se creen libres por juntar letras.
Pobres ilusos, viven en jaulas de distintas facetas,
Algunos en la del fausto amor, otras entre pasadas fechas,
Otros en la marchita religión y algunas entre malditas banderas.
Repito lo dicho, pobres ilusos, no saben que su libertas
Está condicionada por su propia historieta.
¡Dichosa tu libertad anacoreta!
 
IV
En realidad no es baladí tu hazaña mañanera
Que aunque algunos intentan decorar entre sedas de Extranjeras,
Al verte caminos de locura los árboles encierran.
No te permites la osadía de faltar ni tan solo un día a tu indomable tarea
Esa que convierte tu deseo en la peor de las suertes abiertas.
Me atrevería a decirte, desgraciado afortunado casi a tientas,
Que tú llevas la cruz y legas tu trabajo en tu buena petra.
Supiste pagar el precio por el que te fue, de forma inesperada, impuesta
La carga que subes allá a lo alto entre todos aquellos cometas
Como si tu vida dependiese, que paradójicamente lo hace, de ésta.
¡Dichosa tu desdicha anacoreta!
 
V
Una eternidad, una vida, una radiante vida, una eternidad eterna.
Eso has querido y eso has odiado, algo que se contradice como si de una resta
Se tratase. Tu defecto no fue querer entrar por todas las puertas
Ni pretender atrapar con un simple y pequeño abanico la densa niebla.
Tu mayor defecto fue el no tener ninguno. Desear la simpleza
Como el cazador que desea una grande, tierna y jugosa presa
Quisiste lo odiable, amaste lo rechazado, mojaste la leña
Y te diste cuenta demasiado tarde de que así no arde la chimenea.
Te respeto porque te comprendo, en la inmensidad de tus heridas de flecha,
De tus innumerables, tediosos e insoportables problemas,
De tus malhechas, rasgadas, incurables y rojas brechas.
De la enorme carga que te supone levantar tú solo tus solitarias ideas.
¡Dichosa tu vida anacoreta!

No hay comentarios:

Publicar un comentario