martes, 29 de octubre de 2013

El dolor del arte.

Por la fina curva de sus pómulos
desfilan versos armoniosos
uno tras otro, otro tras uno.
Sus ojos sólo son esbozos
y sus pómulos, tan puros
como la naturaleza en posos.
Cuando sus rimas ya no dan tacto alguno
con su piel ni sus poros, 
se deslizan por el mundo
que es su pelo color oro.
Entonces, llegan al abismo
al que se niegan a descender.
Quizá por egoísmo,
quizá por placer.
La caída es nihilismo
de la ignorancia del saber.
Las palabras se agarran
a los últimos brotes
desgarrando el alma
y tiñendo todo de ocre.
La liberación sana
es como un resorte, 
inesperada bala
que mueve montes.
Y así, en pequeñas partes
y grandes sufrimientos
es como el tormento 
se hace arte.